Nunca olvidaré todo lo que pasó tras las paredes de aquel piso. Ni de la inquietud que me invadía
cuando me acostaba en la tenebrosa soledad de mi habitación. Ruidos estremecedores, sombras,
jarrones que caían...era entonces cuando venían a mi encuentro. Intentaba ocultarme bajo las
mantas e ignorarlos. El sudor frío recorría mi espalda y mi frente, el tic tac del reloj parecía un
ritmo macabro al son del cual ellos bailaban. Mi estado de nerviosismo adquirió tintes dramáticos;
no podía parar de dar vueltas en la cama. De pronto sentí como me tocaban, ¡los tenía encima!. Pero
estaba harto, había que armarse de valor; tenía que enfrentarme a ellos de una vez por todas. Me
levanté, me asomé a la ventana y grité:
- ¡Cristobal, la próxima vez que se cuelen tus gatos en mi casa, te denuncio!
Pese a la lluvia de amenazas e insultos que aquella noche dediqué a mi vecino, a la noche
siguiente volvió a pasar exactamente lo mismo. Una vez más salí a increparle. Pero esta vez su
respuesta fue totalmente inesperada:
- ¡Maldita sea, mis gatos están durmiendo en el sofá!
Me quedé pensativo, horrorizado, y cuando me di la vuelta........