Y la lluvia de amor cayó sobre ellos, como rayo que cae sin destino del universo, cayó el,
pues, tras las penumbras de aquel bosque eterno. Los pájaros, que cantaban sumisos al
tiempo,eran parte de los susurros que agonizaba el viento. Mas los árboles, que osaban ser aquello
que nunca fueron, de amor creyendo que tenían el alma y de amor murieron. Y los corazones que
querían ser las olas de aquel mar eterno, despertaron al amanecer, que para entonces era un
simple reflejo. Reflejo de aquellos que osan ser los te quiero en la mañana y los te amo en esas
noches en las que importa nada, osaron, pues, serlo todo en esa sutil madrugada. Y que se enteren
las almas, que el mundo despertó con aquella Aurora que supo darles aquello a lo que siempre
llamé odio pero debería haberlo llamado amor.
Amor de compañero,
amor …
¡que sin razón!