A veces, cuando la luz parece parpadear en mi interior amenazándome con apagarse y
dejarme frío y quebradizo, recuerdo el contorno de su cuerpo. Inconscientemente, la
recorro centímetro a centímetro y la imagino sentada todavía cerca de aquella ventana
que olía a mar. Ella, nunca quiso a nadie y, aunque pudiera parecer que pretendía
quedarse, no se quedaría. Huiría hasta perder su último aliento, siempre había hecho
eso. Dudo que por costumbre, esta vez también se marchó dejando tan solo su gélido
recuerdo. Una imagen distorsionada con olor a sal, poco más que eso.