La despedida

La miró fijamente a los ojos con la certeza de que esa sería su última posibilidad de perderse en aquellas pupilas negras que tantos sentimientos escondían. Un escalofrío recorrió su cuerpo mientras su alma se desgarraba en los miles de momentos compartidos con quien había sido, sin duda, la persona más importante de su vida.
Y allí estaba ella, a pocos centímetros, también plenamente consciente de que no habría otra ocasión de respirar el aire que se encontraba entre ellos. Su faz dejaba entrever toda la tristeza que la abrumaba en aquel instante, y las lágrimas que se deslizaban por su mejilla no hacían sino corroborar la dura realidad de la que formaban parte.

Juntos, como el primer día, uno frente al otro; sin hablar, pero diciéndoselo todo. Pues una mirada puede transmitir tanto como un millar de palabras si te la dedica la persona adecuada. Y ambos la tenían justamente enfrente.
Así, el silencio lo invadió absolutamente todo, de tal manera que parecía no haber nada más en el universo, hasta el momento en que este desapareció por culpa de esas palabras que tantas veces habían surcado sus mentes pero que, desgraciadamente, tan pocas veces habían sido capaces de confesar el uno al otro.
Y allí mismo, en el mundo que solo ellos dos compartían, se escucharon al unísono: “te quiero”.