Hay gente que dice que un verdadero amigo es para siempre,
y otras que dicen que los amigos vienen y van, y no son eternos.
Yo en mi caso creo en la verdadera amistad, en aquella que
desde niñas ha permanecido y continua vigente a día de hoy.
Yo vivía en un barrio de ruzafa y a la edad de 5 años empecé
a ir al colegio, donde hice amistad con dos niñas que eran
hermanas y que vivían en una calle cercana a la mía. Desde
el principio fui con la más pequeña (Concha) a clase y
congeniamos muy bien. Hasta los 14 años fuimos juntas a la
misma clase, nos juntábamos para salir juntas cuando salíamos
del colegio y los fines de semana también nos solíamos ver las
tres. Además, mis padres y sus padres también hicieron una
gran amistad debido a la relación tan buena que había entre
nosotras.
A la edad de 14 años, María, la hermana mayor y yo
empezamos a trabajar juntas y Concha se marchó a una
academia a estudiar.
Los años fueron pasando, pero nuestra amistad continuaba
igual de unida, siempre solíamos sacar tiempo para pasar
momentos buenos las tres juntas. Cada vez que queríamos
hacer un viaje, poníamos una hucha y todos los domingos
metíamos 5 pesetas, para que así el viaje no fuera tan costoso
para ninguna de las tres.
Sin ser familia para mi ellas eran mucho más que eso, ya que
desde el día en que las conocí supe que las querría como a
nadie y el tiempo me dio la razón. A veces no es necesario que
sea familia para llegar a querer a persona.
Hace un año, Concha se marchó de nuestro lado dejando un
bonito recuerdo. Ella murió de Alzheimer y fui una de las últimas
personas a las que dejó de reconocer. Para mi fueron
momentos muy duros ya que sentía que una parte de mí ya no
estaba.
María todavía vive, pero se encuentra privada y con un estado
de salud malo. Me pone muy triste ver cómo han cambiado las
cosas, pero me quedo con los buenos momentos vividos con
ellas.