Julio y yo nos conocíamos desde que éramos niños ya que los
dos pertenecíamos al mismo pueblo Mohorte (Cuenca).
Cuando los dos éramos bien jovencitos, recuerdo que él
empezó a ir detrás de mí, yo al principio lo dejaba estar
porque mi familia me decía que todavía era demasiado
joven y que él era muy mayor para mí ya que nos llevábamos
6 años. Él nunca dejó de insistir a pesar de mis desplantes, y
finalmente decidí darle una oportunidad y salir con él. Creo
que fue la mejor decisión de mi vida, ya que desde ese día
no nos volvimos a separar.
La relación con la familia fue muy buena desde el primer
momento por las dos partes, mi suegra me quería como una
hija más y yo prácticamente como una madre.
Durante nuestro noviazgo nos juntábamos para ir al baile
todos los domingos, pasear por el pueblo y salir con los
amigos, éramos una pareja muy unida y feliz.
Después de 9 años de noviazgo decidimos dar el paso de
casarnos. La ceremonia se celebró en la Iglesia del pueblo al
que pertenecíamos los dos (Mohorte), y vino a la ceremonia
toda la familia y amigos que invitamos. Para mí fue unos de
los mejores días de mi vida, ya que éramos una pareja que
nos queríamos con locura. Al poco de casarnos nació nuestro
hijo Fernando, y él nos dio el granito de arena para ser
completamente felices.
De recién casados tuvimos que trasladarnos a vivir a Madrid,
ya que mi Marido trabajaba en una compañía de teléfonos.
Allí no teníamos casa y estuvimos viviendo con su patrona un
tiempo hasta que Julio pidió el traslado a Cuenca. Nos
trasladaron a un pueblo llamado “Olivares del Júcar”, que fue
donde vivimos los años posteriores. La gente de este pueblo
era muy buena y nos acogió muy bien. Hicimos un grupo de
amigos con los que solíamos salir todos los fines de semana a
divertirnos.
Julio y yo estuvimos muy unidos siempre y fuimos muy felices
junto a nuestro hijo Fernando.